En el centésimo aniversario de la publicación del primer manifiesto surrealista, pensamos que una pequeña instalación audiovisual podía ser una forma apropiada de recordar y poner en práctica algunas de las ideas novedosas propuestas en aquel entonces por André Breton: escritura automática y asociaciones libres para “expresar el funcionamiento real del pensamiento (…) sin la intervención reguladora de la razón, ajeno a toda preocupación estética y moral”.

Si Breton proponía el azar, la poesía y los juegos colectivos para “liberar absolutamente la actividad inconsciente”, nuestra propuesta es presentar un objeto visual (dos marcos transparentes colgantes y superpuestos, donde se sobreimprimen imágenes procedentes de cuatro proyectores fílmicos) para intentar alcanzar aquel primer objetivo del manifiesto: experimentar e investigar técnicas para conocer aquella zona de la mente aún oculta para el hombre y penetrar en el terreno inexplorado de los sueños.

La idea de la instalación y la forma de proyectar las imágenes -unas superpuestas sobre las otras- generando sobreimpresiones inesperadas, se relacionan directamente con la búsqueda de una indeterminación visual propia de la imagen surrealista. Los cuadros de René Magritte y Max Ernst, o los fotomontajes de Grete Stern, por ejemplo, dan una idea formal de esa indeterminación. Representan seres, paisajes y objetos imprecisos, que son y no son algo al mismo tiempo, y en esa vaguedad entre una cosa y la otra se produce la grieta por donde surge una tercera imagen y una idea de la realidad diferente. De ese modo –proyectando algunas imágenes sobre otras- se genera esa indefinición que nos hace dudar sobre si una mujer es una mujer o su reflejo, o ambas cosas a la vez. La mezcla azarosa de imágenes aleatorias produce un efecto surrealista, o la posibilidad de que se produzca.

El carácter escultórico de la instalación (con un objeto-pantalla-colgante en una habitación a oscuras, por la que el público puede circular libremente), la forma de vincular como collage elementos e imágenes sacados de su uso y contexto originales, la decisión de dejar a la vista los dispositivos usados para generar la proyección múltiple, y el montaje en vivo –y siempre cambiante- de las imágenes, aluden también al tipo de experiencia subjetiva generada en los espectadores por el denominado cine expandido.

La banda sonora es obra de Enrique Bernacchini y asocia libremente una entrevista a André Breton, el sonido original del cortometraje Mujer 100 cabezas, inspirado en la obra gráfica de Max Ernst, y la música que Georges Antheill compuso en 1933 para acompañar los collages de Ernst.